No me gustan los gritos. Huyo de las personas que vociferan, y aunque a veces es necesario alzar la voz para ser escuchado, el ruido que genera una reivindicación estridente, aleja del todo el interés de los demás. Anoche, la gala de los Premios Max pretendió convertir el Teatro Circo Price en un cabaret contemporáneo y transgresor. No sé si lo consiguió, sin embargo, el corsé de cuero de Jimmy Barnatán nos despejó las dudas definitivamente. El actor y cantante se metió tanto en su papel de Maestro de Ceremonias macarra que, no solo se pasó toda la gala vociferando, sino que se apoderó del tiempo de los galardonados para hacerlos callar en su discurso de agradecimiento. Es cierto que todos hemos criticado los eternos discursos de algunos premiados, les hubiéramos retirado el micrófono discretamente, pero nunca usaríamos su tiempo para seguir incrementando el nivel de ruido.
Aunque el off madrileño no pudo estar presente, de sobra es conocido que solo pueden optar al galardón las obras que estén inscritas en la SGAE, los premiados devolvieron ese espíritu teatral a una noche con mucho ruido y pocas nueces.
Un trozo invisible de este mundo fue la gran triunfadora de los Premios Max de artes escénicas con cuatro galardones, el de mejor espectáculo de teatro, mejor actor (Juan Diego Botto), mejor autoría revelación y mejor diseño de iluminación. Barcelona, ambientada en el bombardeó que sufrió la ciudad por la aviación fascista fue premiada a la mejor autoría teatral, Pere Riera, y mejor actriz, Emma Vilarasau. El Max a mejor espectáculo revelación fue para The Funamviolistas; mejor composición musical para Maika Makovski por Forests; mejor espectáculo infantil para La Maquiné por El Bosque de Grimm; mejor espectáculo de danza y mejor intérprete masculino de danza para el coreógrafo flamenco Israel Galván por Lo real/Le réel/The real, una obra que trata sobre el exterminio de los gitanos por los nazis, y el mejor espectáculo de teatro musical fue para La flauta mágica (Compañía Dei Furbi), una obra con arreglos de las partes musicales "a capella" para los intérpretes, sin hacer uso de ningún instrumento más que su voz.
Una gala que pudo ser rockera y no lo fue. También pudo ser provocativa, irreverente, alocada, e incluso, excitante. Pero a veces las intenciones, como las promesas, se quedan en meros proyectos de lo que podría haber sido. Al salir del Circo Price me quité la acreditación de prensa y me quedé varios minutos mirando la fachada, aún con los focos alumbrando la alfombra roja y con la adrenalina que se vive en la sala de prensa. Lo mejor de todo es que la noche me invitaba a pensar que el teatro sigue vivo, y eso hace soñar.
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