Sweeney Todd, The Demon Barber of Fleet Street sigue causando conmoción allí por donde pasa. Mundialmente reconocida como una de las obras maestras de Stephen Sondheim, este thriller musical protagonizado por el temible barbero y su fiel (y peligrosamente adorable) Mrs. Lovett está de doble enhorabuena. Al estreno, el pasado 20 de marzo, del nuevo montaje londinense de la pieza se suma el lanzamiento realizado por First Nights Records de la grabación del elenco original, que cada noche da vida (y muerte) a estos personajes que se mueven por las oscuras callejuelas de la ciudad del Támesis.
En esta ocasión la partitura de Sondheim se ha condensado en veinte pistas. Se han eliminado prácticamente todos los diálogos, suprimiendo incluso algunas canciones. Nos referimos al álbum que a partir del 2 de abril se puede adquirir en tiendas especializadas y, como ya viene a ser costumbre para los coleccionistas de nuestras tierras, vía on-line. Si hablamos del espectáculo, podemos afirmar que sobre las tablas del Adelphi el libreto se representa íntegramente.
Ni aunque el propio Sweeney intentara rebanarnos el cuello con una de sus preciadas amigas, sus navajas, reconoceríamos argumento artístico alguno para esta mutilación. Si la duración del material se reduce podremos realizar una edición de un solo disco y los costes de producción serán menores. En cualquier caso, aseguramos que lo que no es menor ni se ha reducido es la calidad del elenco ni de la orquesta, dirigida por Nicholas Skilbeck, cuyos créditos recientes en el West End incluyen Sister Act (2009) o Billy Elliot (2005). El meticuloso diseño de sonido es de Paul Groothuis, que esta temporada ya ha destacado por su trabajo en The Lion in Winter. Si paseamos por Strand y sus alrededores aún podemos oír el eco de sus aportaciones a otros grandes clásicos, como Porgy and Bess (2006) o Anything Goes (2002), y las muy celebradas South Pacific (2001), The King and I (2000), Lady in the Dark (1997) o Carousel (1992).
Estilo clásico, sí. Anticuado, no. Ni mucho menos. Así lo ha entendido Jonathan Tunick, orquestador y arreglista habitual de Broadway que después de deslumbrarnos en Follies (Washington y Nueva York, 2011) se atreve con otro de los grandes de nuestro preciadísimo autor y consigue que vibremos al escuchar el cd, traduciendo la calidad de la experiencia que supone asistir a una representación en vivo a la escucha en nuestro reproductor. Estamos hablando de un musical de Sondheim. Aquí no se para la acción para cantar o bailar. Aquí la acción se desarrolla entrelazando música y texto. Cuando un personaje no puede (o no quiere) seguir hablando se expresa cantando. Unamos pues música y texto para explicar el argumento de la obra a través de sus canciones.
Nos trasladamos a la Inglaterra del siglo XIX y acompañamos a nuestro protagonista durante su desembarco en el Londres de la segunda mitad de la centuria. No necesitamos más que la primera pista Prelude / The Ballad of Sweeney Todd para meternos en situación. El quejoso órgano que abre la pieza nos anuncia que lo que vamos a escuchar no es precisamente alegre ni amble. El elenco introduce la desgracia de Sweeney, que perdió a su mujer y a su hija cuando un malvado juez le deportó sin motivo durante quince años, mientras un imponente (y eminente) Michael Ball emerge ante nuestros ojos/oídos. Primera sorpresa al comprobar el endurecimiento de su estilo vocal para adecuarse a No Place Like London, que sirve también para presentar la joven y bonita voz del Anthony de Luke Brady. El chico llega a la ciudad esperando descubrir sus mil maravillas, esperanza contrapuesta a la sed de venganza y el hastío de Todd. Los compañeros de viaje se separan y el apesadumbrado barbero se adentra en Fleet Street hasta llegar al local de Mrs. Lovett. Al escuchar Worst Pies in London captamos la esencia de lo que debe ser ver a Imelda Staunton sobre el escenario. Su voz, totalmente moldeada y servida a la interpretación del emblemático personaje y no usada como mera herramienta de lucimiento, nos canta lo duros que son los tiempos y lo cara que está la materia prima para sus pasteles de carne en un tono que parece salido de las tuberías de su horno. Voz rota, roída y gastada por la dureza y el paso del tiempo, que suena maravillosamente creíble. Recordamos la queridísima caracterización del mismo personaje que Vicky Peña realizó en 2008 en el Teatro Español de Madrid.
La pastelera reconoce a Benjamin Barker (verdadero nombre de Sweeney Todd) y expropietario del inmueble en el que vive desde que su viejo amigo desapareció. En la planta de arriba descubrimos la barbería que regentaba Todd. My Friends / The Ballad of Sweeney Todd o primer momento clave en la trama. Sondheim dedica una canción entera a las navajas de Todd, amigas que son el objeto (nunca mejor dicho) con el que Ball nos deslumbrará una vez más. Sensibilidad, que no sensiblería, a raudales para esta primera inmersión introspectiva en el carácter y el propósito del protagonista. A continuación el coro, con reminiscencias brechtianas, seguirá siendo narrador, juez y testigo de lo que acontece. Este coro seguirá apareciendo en varias ocasiones, usando la balada como hilo conductor que entreteje la trama y las vidas de estos personajes.
El hilo se rompe con la presentación de Johanna. Lucy May Barker, actriz que interpreta el famoso personaje, no tiene en el álbum la oportunidad de cantar Green Finch and Linnet Bird ni de explicarnos que se siente cautiva como sus coloridos pájaros. Del mismo modo, John Bowe no presentará todavía en el CD la maldad de su juez Turpin, que mantiene prisionera a la pobre chica. Así pues, escuchamos cómo Anthony queda cautivado por la belleza de la rubia Johanna, pero no su firme promesa de salvarla de las garras del juez ni la determinación de que nada se interpondrá en su camino para conseguirlo. Una lástima, la verdad. Pero el show debe continuar y después del Wait que Mrs. Lovett le canta a un Todd sediento de sangre y con ganas de apurar su navaja contra los cuellos de Turpin y su alguacil Bamford (Peter Polycarpon), por fin escuchamos a Lucy/Johanna y su Kiss Me, donde nos muestra la inocencia, juventud e inexperiencia de su personaje al pedirle un beso a Anthony con la misma impaciencia con la que quiere salvarse del juez o se preocupa por el neceser que debe escoger para su fuga con el chico.
Robert Burt ve como su Pirelli desaparece completamente de la grabación así como la presentación del personaje de Tobias (James McConville). Espeluznante y brutalmente divertido momento del musical en que Todd desenmascara a un farsante vendedor de ungüentos, que previo chantaje será la primera víctima de su navaja. Perdemos también la presentación del niño, personaje catalizador de la tragedia de los protagonistas. Incomprensible, pero no nos vamos a desanimar por ello. Aún nos quedan auténticas joyas por redescubrir.
Aunque tarde, llega la primera canción del Turpin de Bowe. Ladies in their Sensitivities sirve para mostrarnos la perversión pederasta del juez, que canta la intención de casarse con Johanna, su hija adoptiva, ante la mano paralizada de Todd que reconoce en la descripción que el villano realiza de la chica a su querida y durante mucho tiempo llorada hija biológica. Seguirá Pretty Women, donde ambos personajes unen sus voces para alabar las virtudes de las mujeres hermosas, en el caso del barbero mediante una sincera admiración contrapuesta a la lascivia del juez. Crudeza e ironía se mezclan en este tema, que recuerda por su mordacidad a otro celebradísimo dueto de Sondheim: Agony de Into the Woods (1986). Lo que en otro musical sería una parada en la acción para escuchar una hermosa melodía acompañada de unas letras más o menos intrascendentes se convierte aquí en un prodigio de composición y en un ejemplar uso de la música como elemento desarrollador de la acción.
A continuación llega la Epiphany de Mrs. Lovett. Ante la impaciencia del temible barbero y sin saber que hacer con el primer cadáver que cae dentro de su baúl, se enciende una bombilla. Hilarante momento del musical en el que la mujer decide hacer lo que mejor sabe hacer: pasteles. Ya no importa el precio de la carne, ya que la materia prima se la proporcionará desde ese preciso momento el propio Sweeney. Carne humana y sus diferentes texturas degustaremos a través de A Little Priest. Ball y Staunton aprovechan la oportunidad que les presta el libreto para explotar su vis más cínica (y cómica) haciendo un repaso a los funcionarios de la época, empezando por sacerdotes y banqueros y llegando, curiosamente, a aguaciles y jueces. Hacemos otro alto en el camino: muchos han sido los intérpretes que han triunfado con este tema, entre ellos Bryn Terfel y Maria Friedman en la celebración del 80 aniversario de Stephen Sondheim, realizada en el Royal Albert Hall de Londres en 2010.
Parece que el negocio barbería/pastelería de Mr. Todd y Mrs. Lovett es próspero en tiempos de crisis. Así opina el coro que degusta los manjares y se relame con God, That’s Good! La mujer encuentra en Tobias un fiel ayudante que la admira en igual medida en que teme al barbero. No sería desmesurado destacar las reminiscencias al complejo de Edipo que empiezan a asomar llegados a este punto. Podemos escuchar en este tema a Gillian Kirkpatrick y su alocada mendiga, que como sabemos, adquiere cada vez más importancia en la trama.
Tomemos aire, que llega el cuarteto de Johanna, preciosa versión de esta pieza cumbre en el prolífico repertorio de Sondheim. Michael Ball se desprende por un momento de la dureza de su voz, que no de su gesto, para despedirse de la hija a la que cree no verá nunca más mientras sigue cortando pescuezos a la vez que un inspiradísimo Luke Brady sigue cantando su amor hacia el objeto de las pasiones de todos los hombres protagonistas del musical. Lucy May Barker y su voz fluyen inocente y dulcemente mientras Gillian Kirkpatrick canta desde su locura que la ciudad se quema y que la chimenea, que es una prolongación del horno de Mrs. Lovett, huele bastante más que mal.
Pedimos tregua para nuestra pastelera favorita. Comicidad y ternura con este By the Sea, que Imelda Staunton utiliza para humanizar a Mrs. Lovett. Mientras Todd sigue empecinado en matar al juez Turpin, la mujer le declara su amor a la vez que repasa sus sueños de juventud, entre ellos, el de vivir una plácida y tranquila jubilación junto al mar. Angela Lansbury ofreció otro punto de vista cuando estrenó el primer montaje de Broadway en 1979.
Y llega la que para muchos es la canción favorita de todo el libreto: Not While I’m Around. Apabullante declaración de amor y fidelidad de un niño hacia la que es lo más parecido a su madre. Tobias, al que ya llamamos Toby, como si de un caballero andante se tratara, promete proteger a Mrs. Lovett contra cualquier mal, desgracia o villano, mostrando una vez más su animadversión contra Sweeney Todd. James McConville se confirma como una revelación aunque no consigue hacernos olvidar a nuestra Muntsa Rius, que nos deleitó en la versión catalana del montaje de 1995.
Por si todavía hay alguien que no conoce la obra intentaremos mordernos la lengua y no destripar el final. Sólo decir que después de que la tensión suba a niveles casi insoportables con Searching y The Judge’s Return llegamos a la catarsis con la realmente espeluznante versión e interpretación que todos los protagonistas realizan en la Final Scene. Realmente brutal y descorazonadora. Para aliviar algo la opresión que sentimos en el pecho y deshacer el nudo que nos ata la garganta el elenco completo nos repite por última vez la genial Ballad of Sweeney Todd. Bravo.
No queremos despedirnos de nuestro, a pesar de todo, queridísimo barbero sin mostrar unas cuantas pinceladas más sobre el montaje que podremos ver en el escenario del Adelphi Theatre de Londres hasta el próximo 22 de septiembre, en una breve temporada de seis meses.
La dirección de Jonathan Kent, artífice del último montaje de Man of La Mancha (Broadway, 2002), combina brutalidad y sensibilidad a partes iguales, valiéndose de algunos elementos de music hall inglés así como de características más propias del gran guiñol. La mano firme con la que ha dirigido a sus actores consigue ofrecer un fascinante retrato de un hombre conducido a la locura a causa de la injusticia, algo que también se traduce en su banda sonora. Este Sweeney Todd ofrece la oportunidad que necesitaba Michael Ball para demostrar sus habilidades dramáticas (ya demostró su comicidad en Hairspray, en 2007) y confirma a Imelda Staunton como una gran actriz, algo de lo que ya habíamos sido testigos en numerosas ocasiones cinematográficas como Vera Drake (2004) o Peter’s Friends (1992) y teatrales como Guys and Dolls (1996) o Into the Woods (1990). Ellos, así como el resto del elenco, merecen una visita al Adelphi, que recupera este excelente montaje que se estrenó en el festival de teatro de Chichester el 24 de septiembre de 2011 y se mantuvo en cartel hasta el 5 de noviembre del mismo año. Destacamos también la coreografía de Denni Sayers y la iluminación de Mark Henderson y, por supuesto, la escenografía de Anthony Ward, que moderniza algún detalle puntual como la silla del barbero o algunos letreros luminosos, manteniéndose fiel en esta voluntad de favorecer el resultado final del espectáculo.
Finalmente, destacamos que el elenco de este montaje ha recibido la aprobación del mismísimo Stephen Sondheim, así como su beneplácito para que la pareja protagonista recupere sus personajes en un posible montaje en Broadway. Pase lo que pase, celebramos el lanzamiento de esta nueva versión, así como el estreno de esta pieza, que demuestra que público y profesionales queremos ver títulos de Sondheim en las marquesinas de nuestros teatros, algo que se está convirtiendo en un fenómeno mundial. De momento, ya sabéis…
Attend the tale of Sweeney Todd!
Videos