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SOUND OFF: Once (A New Musical)

By: Apr. 23, 2012
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Romance a tres bandas: chico, chica y música  (no necesariamente en ese orden) es lo que propone Once: A New Musical. El espectáculo traslada a las tablas el drama naturalista que supuso la película irlandesa de 2006, con la intención de reflejar ese momento único en que dos personas se tienen la una a la otra, se quieren y se comunican a través de sus propias canciones. Experiencias vividas o personas que se cruzan en nuestro camino y querríamos retener en un momento eterno, sólo para nosotros. El musical convence en Broadway y la grabación del elenco original no sólo convence, si no que conmueve y emociona.

Pocos auguraban un futuro tan prolífico a esta historia de un músico callejero que un día conoce a una chica, enamorada de la música de él. Ella no tiene dinero para comprar un piano y toca en una tienda de instrumentos siempre que se presenta alguna ocasión. El chico tiene el corazón roto por una mujer que un día, sin más, se fue. La chica no se lleva bien con su pareja. Les queda, pues, su amor. Su amor por la música. Su música, que al fin y al cabo es la manifestación artística de su esencia, de todo aquello que los define y caracteriza como seres humanos, haciéndolos reconocibles al uno en los ojos del otro y viceversa.

El montaje que nos ocupa se estrenó en el New York Theatre Workshop el 6 de diciembre de 2011, con un guión adaptado por Enda Walsh y dirección de John Tiffany. El musical se trasladó al Bernard B. Jacobs Theatre de Broadway el pasado 28 de febrero, para estrenarse oficialmente el 18 de marzo. Los decorados y vestuario de Bob Crowley trasladan toda la acción al interior de un pub, cuyos asiduos clientes serán a la vez protagonistas de la historia que se explica e intérpretes de los instrumentos con que se ejecutan las canciones, que son las mismas que descubrimos en la película aunque, al igual que sucede con nuestro affair chico, chica y música, no siguen el mismo orden que el propuesto por Glen Hansard y Markéta Irglová en su versión original.

Hansard e Irglová fueron protagonistas de la película, así como los compositores e intérpretes de la música y la letra de todas sus canciones. Para su versión teatral han compuesto dos temas nuevos, que casan a la perfección con los que ya conocíamos. Es difícil expresar una opinión objetiva sobre el álbum del elenco original del espectáculo sin tener en cuenta la banda sonora de la versión cinematográfica. Once busca su lugar dentro de la cada vez más extendida tendencia de convertir en carne de musical lo que ya nos ofreció en su momento el cine, tomando en esta ocasión una muestra bastante insólita: una delicada película, rodada con un presupuesto mínimo que apenas llegó las seis cifras. La pregunta es obligatoria: ¿Por qué convertir Once en un musical de Broadway? ¿Corromperá un montaje de estas características la esencia de la historia o servirá de bálsamo en medio de tantas macropropuestas recicladas? ¿Inconcebible o necesario?

Las siete nominaciones conseguidas para los Outer Critics Circle Awards de Nueva York pueden darnos una pista de por dónde van los tiros (outstanding nuevo musical, libreto, director, coreografía, escenografía y actor y actriz protagonistas para Steve Kaaze y Cristin Milioti).

Dejemos el show para centrarnos en el álbum que nos ocupa. Hay varios factores, que si no mejoran, sí que complementan y amplifican las virtudes de los temas originales. El estilo de la película era algo así como una mezcla de rock indie con pinceladas célticas. Aquellos acérrimos al estilo musical de la primera versión y de las peculiares voces de Hansard e Irglová, quizá se vean algo desorientados ante la dirección algo más pop que ha adquirido el tono general del conjunto actual.

En cualquier caso, los que no conocían la banda sonora de la película se verán sacudidos por la fuerza de algunas joyitas como “Falling Slowly” (de nuevo corta el aliento esta canción que captura como pocas la tensa pasión que nace y crece entre los dos protagonistas), “If You Want Me” (poderosísima y universal balada sobre una mujer atrapada en una relación complicada)o “When Your Mind’s Made Up” (lamento desesperado y amargo por una pareja gastada y rota).

Los intérpretes son maravillosos. La voz del guy de Steve Kazee presenta un estilo vocal menos áspero y metálico, menos enfadado, algo más amable que el de Glen Hansard y eso permite que los casi himnos que componen este álbum lleguen a la platea y a nuestros oídos de un modo mucho más limpio y relajado. Cristin Milioti dota a su girl de un sonido aterciopelado capaz de golpearnos como si de un martillo se tratara cuando la situación lo requiere (descorazonadora tristeza en su preciosa versión de “The Hill”). Agradecemos a Hansard e Irglová esas dos nuevas canciones que propician el desarrollo de los personajes secundarios y, lo que es aún más importante, refuerzan nuestro estado de ánimo, a modo de suave apósito o tirita. Estamos hablando de “Abandoned in Brandon” y “Ej Pada Pada Rosicka”.

El resto de canciones son, de nuevo, fantásticas. Lo que resulta curioso es que sin ser números musicales propiamente dichos, todos los temas adquieren dicha trascendencia. La misma paradoja ocurría en la película. Si tenemos en cuenta estos momentos musicales en que la acción se detiene para centrarse en las escenas en que la pareja protagonista compone y escribe letras y partituras, lo más fácil sería insertar los temas dentro de la historia sin mayor preocupación por su desarrollo. No ocurre así, si no al contrario. Sí que es cierto que las sesiones de grabación se representan en escena, pero las canciones capturan a la perfección los sentimientos de los personajes, sus miedos, sus anhelos y esperanzas y hacen avanzar la historia hacia delante, así como la complejidad de su caracterización.

Y es que eso es Once: esa conexión que sucede cuando nuestra pareja, de la que nunca sabremos el nombre, declara su amor a través de (y por) la música. Una música que crece a la vez que sus autores y que captura su esencia única y común, pero a su vez evolutiva y cambiante.

No diremos que la grabación del elenco original de Broadway sea mejor que la banda sonora de la película. Aunque sí afirmamos que la orquesta formada por actores que tocan sus propios instrumentos suena más que bien en su mezcla de distintos estilos, como una auténtica banda cohesionada y más pulida que ese diamante en bruto que John Carney dirigió en 2006. Para algunos perderá frescura y autenticidad, pero todos disfrutaremos de una escucha mucho más rica y satisfactoria falling slowly cada vez que oímos eso de…

I don’t know you, but I want you all the more for that. Words fall through me and always fool me, and I can’t react...

Brutal. 

 

 

 

 

 

 

 



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