La mayoría de preguntas que nos hacemos al cabo del día se van acumulando en ese espacio imaginario que juega a desconcertarnos. Si vivieramos en un mundo donde todo se soluciona, dejaríamos de recurrir al cine para buscar en las historias de la gran pantalla nuestro final feliz. A estas alturas tiendo a pensar que la vida no es un cuento de hadas, sin embargo, aunque los finales felices solo existan en las películas, podemos tomar decisiones en la vida real que nos permitan cambiar algunas cosas.
Esa es la conclusión a la que llegué despues de ver Orgullo, el musical en el Teatro Alfil. La compañía Forja Teatro presenta una pequeña obra que, sin fantasear con un mundo mágico, reflexiona con humor sobre las decisiones que podemos tomar para ver la vida de otra manera. Mientras Sergio intenta superar la ruptura con su novio, se deja llevar por un pesimismo adictivo que le impide ver todo lo que tiene alrededor dejando a un lado personas que le aman. Inmerso en el proceso traumático de una ruptura, va superando las cinco fases del duelo hasta descubrir que su mayor enemigo es él mismo.
Con música en directo de Alejandro Martínez y protagonizada por Sergio Pozo, Javier Sáez y Carmen Ibeas, la comedia musical logra acercarse al público sin despertar una gran dósis de carcajadas consiguiendo el efecto terapéutico de las comedias que invitan a reflexionar. Los actores utilizan un lenguaje cotidiano y familiar y sus personajes no solo hablan de forma natural, sino que poseen una sensibilidad especial.
Las canciones se integran bien en la trama emocional sin abrumar y el piano sirve de hilo conductor para llegar a la conclusión de que la tristeza hay que dosificarla para no darte de bruces con una realidad que siempre es moldeable. Una comedia musical divertida, amable y que transmite la intención de contar algo a los demás aunque no dispongan de todos los medios a su alcance. Al fin y al cabo, reflexionar es gratis y a través de la música se llega a todas partes.
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