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BWW Reviews: 'Flor de Nit'

By: Oct. 16, 2014
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Barcelona, año 1991. La ciudad se prepara para la gran cita olímpica que la situará en el mapa mundial. El gran lavado de cara urbanístico que sufre la ciudad se cobra una víctima entrañable, el Flor de Nit, un local que fue testigo del desenfado de la Barcelona de principios de los años 30 hasta que la guerra arrasa con las ilusiones de la República en una ciudad industrializada que hierve entre la vida burguesa y los movimientos populares.

Dagoll Dagom estrenó esta sintomática metáfora antes de que los Juegos Olímpicos dieran su pistoletazo de salida, cuando la ciudad ya no volvió a ser la que fue, ni para bien ni para mal, como tampoco lo fue el Flor de Nit, un espacio emblemático del Paral·lel, paradigma de la joie de vivre barcelonesa, donde prostitutas y borrachos se mezclaban con las clases más acomodadas. 22 años después de este estreno, Gataro y Almeria Teatre recuperan esta obra coincidiendo con el 40º aniversario de la productora de Bozzo. Y lo hace en un año especialmente sensible en lo que respecta al cuestionamiento del modelo de ciudad, exprimido hasta la extenuación por el turismo de masas y que la han convertido en una suerte de parque temático previsible y aséptico.

Víctor Álvaro dirige esta adaptación del musical de Dagoll Dagom con una premisa que viene como anillo al dedo para hablar de decadencia, destrucción y transición: el cabaret. Con una puesta en escena mucho más podada que su original, Álvaro exprime con argucia a sus intérpretes, capaces de dar vida con credibilidad y matices a todos los personajes que habitan el Flor de Nit y sus entornos. El nivel interpretativo es notable en su conjunto pero especial mención merecen Frank Capdet - excelente narrador de elipsis escénicas - y Joan Vázquez, demostrando una vez más su maleabilidad escénica. Beth se reserva el papel de Rosa, la proletaria cuyos principios morales y vitales se tambalean al entrar a trabajar en el local de vida relajada y disoluta. La cantante y actriz imprime a su personaje la fragilidad y encanto irresistible de esa joven que irá perdiendo la inocencia en paralelo a los incidentes históricos por los que atraviesa el país.

La atmósfera que recrea Álvaro se torna en ocasiones densa e indigesta por su escenografía sombría y, especialmente, por una duración más larga de lo que se agradecería en una adaptación cabaretera. Irreprochable es, por contra, la traslación que Xavier Torras ha hecho de la partitura de Guinovart - en mi opinión mucho más original, fresca y rica que su antecesora, Mar i Cel (que me perdonen las legiones de fans de estos piratas, cristianos y moriscos)-, reducida a 3 músicos. Una partitura que es, por sí sola, un rico catálogo de géneros y un compendio revisado de la identidad musical de una época.

Y mientras el Flor de Nit ficticio se desintegra relegando su existencia a la memoria, la ciudad real que la acoge se va convirtiendo cada vez más en parodia de sí misma. De ahí la necesidad de recuperar una Barcelona mestiza, viva en su caos y su mediterraneidad y menos interesada por la patria del capital. La necesidad de recuperar una identidad con los antiguos y nuevos barceloneses... no los que transitan por la superficie con la frivolidad del consumista descarnado.



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