En 1998, el operador de telecomunicaciones Retevisión lanzaba un anuncio en la televisión española en el que pregonaba a los cuatro vientos la liberalización y el fin del monopolio de la telefonía. En él, José Luis López Vázquez también conseguía emanciparse de la cabina de teléfono en la que había sido encerrado sin causa conocida 26 años antes en el mediometraje homónimo de Antonio Mercero. Y lo hacía al paso de un ritmo pegadizo y completamente desconocido para el gran público español, el de I'm gonna be (500 miles) del grupo escocés The Proclaimers. Desde entonces, y por obra y gracia de la martilleante publicidad, los acordes de los hermanos Reid han conseguido dejar huella en el imaginario acústico de este país.
Han faltado otros 26 años desde el lanzamiento de este superhit para que The Proclaimers vuelva a saltar a la escena mainstream en España, esta vez en forma de musical cinematográfico. Dexter Fletcher adapta el musical homónimo estrenado en 2007 con guión de Stephen Greenhorn, libretista original, e interpretado por caras prácticamente igual de anónimas para el público español como el grupo escocés con cuyas canciones hilvanan una historia que peca de falta de una estructura narrativa sólida y en la que los puntos de giro explotan muy tarde. Amanece en Edimburgo (Sunshine on Leith, 2013) intenta contar las historias de encuentros y desencuentros de 3 parejas de una misma familia, a partir de la llegada de dos jóvenes militares tras su traumática participación en Afganistán. Con este arranque, uno se podría esperar un film de corte antibélico, a lo Across the Universe (Julie Taymor, 2007) o una celebración almibarada del amor como en Mamma Mia! (Phyllida Lloyd, 2008). Sin embargo, durante la primera hora de metraje no sucede nada. Únicamente se encadenan una serie de números musicales cuya adaptación funciona bien para los oídos pero que no aportan nada significativo al relato; números muy humildes en su ejecución en los que no brillan ni las coreografías ni tampoco unas voces portentosas. Y luego, de repente, todo se precipita atropelladamente en una fiesta que pasa de la celebración a la tragedia. A partir de ahí, el escepticismo y la conciencia de la vulnerabilidad en las relaciones personales empiezan a hacer mella y dan vida al film... pero Fletcher tiene entonces que resolver un embrollo de tres subtramas y el tiempo se le echa encima.
Lo más destacable de esta película con aspecto de ejercicio amateur de escuela de cine es, sin duda, su finale. Fletcher resuelve una de las tramas poniendo en escena el ansiado I'm gonna be (500 miles) mediante una multitudinaria flashmob en uno de los lugares más destacados de la ciudad. Un número algo forzado, es cierto, pero que acaba funcionando con bastante más dignidad que el resto de canciones. Se podría decir que Amanece en Edimburgo no manosea ni traiciona el repertorio de The Proclaimers, con el que coincide en frescura y liviandad, pero se le reprocha que, a pesar de contar con unos buenos ingredientes, al plato final le falte un punto de cocción.
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