By Guest Blogger: Nacho Artime
No se vivir sin (la) música. Desde que tengo memoria, siento una atracción, una pasión, una dependencia por y de ella, sin que tenga sentido ni explicación. Quiero decir que no desciendo de músicos. Ni siquiera se leer un pentagrama. Es mas: soy lo que se llama un "tapia" absoluto. Y sin embargo, no sólo no puedo vivir sin ella, sino que viví de ella.
Mi frustración por ser un sordo musical llegó incluso a crearme complejos. Nací en un muy guapo pueblo marinero asturiano, Luanco, donde canta todo el mundo. Hay una tradición ancestral de coros marineros o no que llenaron los chigres y bares y excursiones y romerias de nostalgias y habaneras. A mi jamás me dejaban participar en esa bellísima costumbre, porque desafinaba tanto que destrozaba el coro.
Pero yo seguía amando la música. Cualquiera que fuera. Soy amante de cualquier género. Se de memoria miles de canciones de cualquier procedencia y estilo. Pero nadie me deja cantarlas.
Perdón por este farragoso prólogo. Pero viene como un guante al caso porque mi vida es un inmenso musical vivida a ritmo de periodismo, radio y teatro y siempre a contracorriente por mi incapacidad realmente frustrante. Pero ahora que este espejo de Broadway que como se sabe es la catedral del musical, me honra con su premio a toda una carrera en el teatro musical, no puedo sentirme mas agradecido. Ni mas perplejo al hacer memoria de todo lo que fui capaz de hacer cuando soy un incapaz.
Estrené en 50 años de carrera teatral 59 obras, entre musicales y teatro a secas, y dentro de casi nada espero llegar a las 60 con una estupenda comedia que es un gran éxito mundial tras su triunfo en Broadway: Vania, Sonia, Masha y Spike. Y no descarto que si rebajan ese maldito y ruinoso IVA haga realidad un proyecto sobre un musical que escribí hace ya algun tiempo. Y que haría el 20.
Y es que no quiero descansar tranquilo. Yo iba para ingeniero, me deslumbró el periodismo en el camino y por suerte cambié a tiempo de carrera. Hice casi de todo: radio en La Cadena SER, dirigí la revista El gran Musical, informativos en la TVE del blanco y negro... hasta que me envenenó el teatro.
No me cabe en la memoria a cuantos tendría que recordar durante estos 50 años de travesía. Amigos y enemigos. Pero al beber ese delicioso veneno teatral la vida es otra cosa y sólo queda la música. La letra se va a vivir al olvido. Y cuantas gracias tendría que mencionar.
EPILOGO
Recoger hace unos días de manos de mi admirada Ángela Carrasco este premio a toda una vida musical, me llenó de nostalgia y de alegría. Ella también llegó a ese escenario del Alcalá por casualidad a ese recordado J.C. Superstar de Camilo Sesto para convertirse en estrella. Y aquella aventura que bien se merece un blog aparte marcó un hito en el musical español. Fue una buena brecha que trajo estos frutos.
Porque el musical ha cambiado, ya lo creo. Pero no hará sino mejorar. En mi carrera hay un gran borrón: el fracaso de A chorus line en España, tras el enorme hit de Evita. Nunca se acaba de aprender en esta bendito business. Pero había una canción, maravillosa como todas las de ese inmenso show, de Marvin Hamslish que se llama "What I did for love" que define perfectamente lo que es y significa esta maldita/bendita profesión. No hay nada que lamentar, todo es posible, todo es hermoso porque se hace por amor.
Es mi caso: todo lo que hice por el musical fue por amor. Y con inmenso amor. Por eso fui tan feliz. Por eso no hay lamentos. Por eso se olvidan las quejas. Ya se sabe el himno sagrado: there is no business like show business.
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