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'A Marte Cabaret', del erotismo burgués a las estrellas

By: Apr. 07, 2014
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Qué rara es la sensación de ver una misma idea pero con resultados diferentes. Aunque pretendes dejar a un lado el juego de las comparaciones, es imposible no recurrir a la base de datos teatral de cada uno, para sentir recompensada una opinión coherente. Si bien es cierto que la puesta en escena de A Marte Cabaret es innovadora, no encuentro la misma frescura a la hora de construir el relato. No porque intenten copiar descaradamente, no lo creo, sino porque el musical pretende recoger la tradición de un cabaret que ya hemos visto.

Maestro de ceremonias, erotismo, acrobacias, números circenses, música, monólogos, humor... A Marte Cabaret, la nueva producción de Yllana, me resulta familiar a pesar de que venga del futuro. La nave con forma de mujer que se ha instalado en el Teatro Rialto de la Gran Vía, despliega su escalera de revista para presentarnos a un variopinto grupo de marcianos encabezado por Ángel Ruiz. Pocas pegas a un maestro de ceremonias que a través del descaro encuentra un motivo para la carcajada. Y es que, en efecto, el maestro de ceremonias capitanea con gracia a un grupo de marcianos un tanto extraños: El Capitan Sex (Víctor Massán), una especie de SuperEgo que solo vuela para rescatarse a sí mismo; dos caza ufos (Fidel Fernández y Juan Ramos); una mujer robótica (Reyes Ortega); una diva intergaláctica (Elena Mora, 'Nani'); una caza hombres (Vicky Tafalla); un mayordomo androide (Luis Cao); dos acróbatas plutanos (Fer Fernández y Álex Arce); dos beatboxers israelí (Inon y Boaz Ben David); un contorsionista de origen angoleño (Moussa Huit Huit); y Iurie Basiul, un joven acróbata moldavo.

Estos marcianos son muy golfos, y aunque algunos números no tienen la fuerza suficiente como para dejarte clavado en la butaca, el espectacular robot creado por Ricardo Sánchez y la envolvente iluminación de Felipe Ramos, logran atraparte en un espectáculo que por otros motivos sí merece la pena. Dejando a un lado sus debilidades, A Marte Cabaret consigue algo bastante complicado; reflejar a la perfección la esencia del cabaret parisino de la Belle Epoque en una época futurista. Aquí se mantiene la oscuridad de los locales prohibidos, las mesas repletas de comida y el erotismo de un reducto que parece resisitir al paso del tiempo.



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