Un proyecto realizado por el artista visual Erick Meyenberg con la curaduría de Tania Ragasol, que aborda el tema de la migración y la identidad cultural.
México participa en la 60ª Exposición Internacional de Arte de La Biennale di Venezia con la videoinstalación Nos marchábamos, regresábamos siempre, realizada por el artista visual Erick Meyenberg, con la curaduría de la gestora independiente de arte contemporáneo Tania Ragasol.
Con el apoyo de la Secretaría de Cultura federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), la exposición estará abierta al público del 20 de abril y hasta el 24 de noviembre de 2024 en el Pabellón México en la Bienal de Venecia, en el Antiguo Complejo Naval y Militar Arsenale di Venezia, en Italia, donde entablará un diálogo con más de 87 pabellones de igual número de países.
Al dar la bienvenida a nombre de la Secretaría de Cultura al Pabellón de México, la directora general del Inbal, Lucina Jiménez López señaló que en esta edición 60 de La Biennale di Venezia, Erick Meyenberg hace un trabajo que plantea con gran sutileza y una poética impresionante aquello que se vive en las fibras del encuentro con el otro, la otra. Es muy significativo, dijo, porque esta Bienal nos plantea un dilema fundamental: extranjeros donde quiera.
Con la asistencia de público de diferentes nacionalidades, que abarrotaron el Pabellón de México, la titular del Inbal afirmó que la condición de extranjería se puede estar viviendo aun no habiendo emigrado a otro país; no sabiendo si la pertenencia en realidad está fijada por la historia, los afectos o los tránsitos que hoy en día la movilidad humana plantea.
Reconoció que no es la geografía, la historia o el lenguaje lo que define esas construcciones, sino una realidad en la que nos movemos permanentemente.
En el Antiguo Complejo Naval y Militar Arsenale di Venezia, la directora general recordó que México es un país hospitalario, lo ha sido siempre, ha recibido personas que han tenido que dejar sus raíces o sus orígenes por guerras, por dictaduras, por desastres ambientales o simplemente porque se enamoran de un país tan diverso. Y el hecho de que esta poética transdisciplinar, que va de lo visual al lenguaje del movimiento, que transita por las emociones y los afectos de todas las personas que nos vemos reflejadas en una mesa…, es ahí donde este trabajo cobra sentido, porque, si se dan cuenta, Erick transitó también hacia la cerámica para poder desfigurar y transfigurar esas emociones que significan en una mesa compartir los dilemas, las nostalgias, las promesas incumplidas, los sueños, los compromisos; es ahí donde México se enriquece con esta obra poética de Meyenberg y de Tania Ragasol.
Asimismo, agradeció el apoyo de Aimée Labarrère de Servitje y Roberto Servitje, Bárbara Hernández, Clara Marina Rodríguez del Patronato de Arte Contemporáneo; Eloisa Haundeschild, Michael Krichman y Carmen Cuenca, Lourdes Sosa, Andrea Zapata Sosa y Carolina Bermúdez, Carlos Carrillo, Daniel May, Gabriela Correa y a Iván Saldaña, así como del trabajo de la Coordinación Nacional de Artes Visuales que encabeza Lluvia Sepúlveda, y de la Comisaría Catalina Valenzuela.
Emocionado por presentarse en la Bienal de Venecia, Erick Meyenberg agradeció a la Secretaría de Cultura federal y al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura por haber apoyado esta propuesta, así como el trabajo y el esfuerzo de los equipos involucrados en el proyecto.
Detalló que la propuesta es sobre la hospitalidad, reconocer que todo proceso migratorio tiene muchas capas de dolor y de pérdida, pero ante una mesa se pueden crear lazos profundos de humanidad, es en donde caben todos esos gestos casi ancestrales, primigenios, que más allá de fronteras y de nacionalidades, nos pueden unir a todos como seres humanos y en donde podemos proyectarnos. Por eso en la videoinstalación hay una mesa blanca, una especie de pantalla en donde cada uno puede proyectar sus memorias.
Por su parte, Tania Ragasol expresó que este trabajo evoca de una manera poética tanto el trayecto de quien migra, de una familia de migrantes, como la posibilidad de un momento, aunque sea un instante, de pertenencia alrededor de una mesa. “Estos momentos, en su situación o en su condición cíclica entre la gratitud y el dolor, se unen y juntos hacen lo que realmente forma la identidad de esta persona que migra”.
También —dijo— es un tributo a aquellos que están por llegar a una nueva realidad de vida, es una invitación a apreciar aquello que nos parece extraño para imaginar conexiones a partir de las maneras más íntimas que tenemos en común todos los seres humanos, como puede ser un beso, un guiño, una caricia, como eso vital que nos une más allá de fronteras, coordenadas, límites.
A la apertura del Pabellón de México asistieron, en representación del embajador Carlos García de Alba, el consejero cultural de la Embajada de México en Italia, Héctor Alcántara Palacios.
Nos marchábamos, regresábamos siempre es una videoinstalación que aborda, desde la mirada de un país, el tema general del encuentro, Extranjeros por todas partes, planteada por el director del Sector de Artes Visuales y curador de la Exposición Internacional de la Bienal de Venecia, Adriano Pedrosa.
La exposición representativa de México es una interpretación que –desde su práctica como artista mexicano de ascendencia alemana y libanesa– hace Erick Meyenberg acerca de la condición dual y en construcción identitaria del migrante como extranjero, en su tierra y fuera de ella, cuantas veces intente recuperarla.
Más evocación que historia, el artista presenta contextos imaginados y construidos a partir de la disposición de elementos cargados de significado poético, como un camino para llegar a la emoción. Se trata de investigaciones complejas traducidas a lo sensorial como situaciones coreografiadas y documentadas sin principio ni fin en repetición continua.
La reflexión sobre el carácter agridulce de aquello que se re-construye y, en el mejor de los casos, se integra en una nueva identidad, fue lo que detonó la propuesta de videoinstalación para el Pabellón de México en la 60ª Bienal de Venecia 2024, dice la curadora Tania Ragasol.
A partir de la historia de la familia Doda, que emigró de Albania a Italia hace más de 30 años sin perder sus lazos culturales y tradiciones y que el artista reunió en 2019 al norte de Italia, Erick Meyenberg construye un complejo trabajo artístico con el que se refiere a esa “otra identidad” que surge del fenómeno migratorio: la identidad del extranjero, tratando de dar respuestas a preguntas como ¿Cuándo se deja de ser extranjero? ¿Si todos somos extranjeros, de dónde somos? ¿Qué nos arraiga?
La videoinstalación Nos marchábamos, regresábamos siempre está formada por varias piezas. De entrada, cuatro pantallas enmarcan lo que parece ser los restos de una reunión alrededor de una mesa casi suspendida, al centro: Afuera, el día toca a su fin / Outside, the day is coming to an end. Esta mesa-escultura-instalación no casualmente convive con su propio reflejo distorsionado, como flotando sobre esa membrana entre lo onírico (recuerdo e invención) y lo que se considera real, comprobable en su elusividad.
En las cuatro pantallas se proyecta el video Nos marchábamos, regresábamos siempre… / As we marched away, we were always coming back…, serie de imágenes como pinturas en movimiento de un grupo de personas que se reúne e interactúa alrededor de la mesa dispuesta.
Cerca de la mesa se encuentra una silla: Lëndina e Lotëve / Pradera de lágrimas / Meadow of tears, una instalación escultórica procesual conformada por una silla y más de 214 velas apagadas. La obra incluye una intervención coreográfica de 15 minutos que lleva por título: Sobre los relieves de un tiempo/Over the reliefs of a time con la participación del was bleibt kollektiv | Gentian Doda y los bailarines Fjorald Doci, Julien Klopfenstein y Rosella Pellicciotti.
Nos marchábamos, regresábamos siempre… cuenta con la colaboración de Roberto Velázquez en la producción y museografía; Daniel Ricaño como asesor en tecnología, audio y video; Martha Uc en la producción y edición de video; César Aliaj en la composición musical; Félix Blume en el diseño sonoro y postproducción de audio; Gentian Doda en la coreografía con los bailarines Rosella Pellicciotti, Fjorald Doci, Julien Klopfenstein; Miguel González en la corrección de color; Carmen de la Parra como asistencia en escultura en cerámica; entre otros.
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