En la Sala Manuel M. Ponce, Gustavo Ogarrio, Angelina Muñiz-Huberman, Sergio Mondragón y Julio Patán comparten momentos del autor de El carácter inglés.
La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través de la Coordinación Nacional de Literatura (CNL), recordaron al escritor Federico Patán, en un homenaje luctuoso realizado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.
El presídium estuvo integrado por el poeta Gustavo Ogarrio; la ensayista y poeta Angelina Muñiz-Huberman; el ensayista Sergio Mondragón y el periodista cultural Julio Patán, moderados por Cintia Neve, directora editorial de Ediciones Eón.
Cintia Neve destacó que, aunque la ausencia de Federico Patán se siente profundamente, su legado perdura en cada obra que creó y cada vida que tocó: “Fue un artista excepcional, un pensador profundo y un ser humano generoso”. También refirió que su obra invita a reflexionar sobre nuestra realidad y, sobre todo, a sentir: “A través de su talento logró captar la esencia de la condición humana. Su arte se convirtió en un espejo donde muchos de nosotros nos vimos reflejados”.
Posteriormente, Gustavo Ogarrio leyó algunos fragmentos de la obra narrativa del autor de El carácter inglés. El ensayo informal en Inglaterra, publicación que, en sus palabras, marcó a varios, pues se publicó en un momento en el que el ensayo informal no era común: “Fue uno de los precursores de presentarnos en un contexto mexicano, latinoamericano, a toda una tradición de ensayistas, de escritores ingleses… Nos enseñó a muchas y muchos de nosotros, quizás, a pensar narrativamente, a reflexionar incluso filosóficamente sobre las cosas de todos los días”.
Por su parte, Muñiz-Huberman rememoró el momento en el que conoció a Federico Patán, en la Universidad Nacional Autónoma de México en 1972, momento a partir del cual comenzó su amistad. Respecto a su obra, la investigadora destacó que es penetrar en un mundo aparte: “Un mundo donde la ficción y la poesía envuelven a la realidad de una manera cómoda, por medio de sorpresas naturales, de lenguaje tranquilo y sugerente, de añoranzas obsesivas, de misterios equilibrados, hasta que, de pronto salta, sin perder armonía, la desolación, el engaño, la muerte”.
Al hablar sobre su obra, Sergio Mondragón refirió que está casi siempre en los poemas de ruptura con las formas tradicionales, y que trasluce la búsqueda de la memoria y el registro del paso del tiempo. Igualmente, destacó su método de escritura, el cual describe como “el espectáculo del proceso mismo de su creación, claramente la certidumbre de la ausencia, la falta de algo o alguien, la nostálgica y vaga sensación de vacuidad que es inherente a lo humano, el hueco existencial que la memoria del poeta convierte en imagen mediante el acto de escribir”.
Finalmente, Julio Patán enfatizó sobre las tres virtudes en la escritura de su padre, siendo la primera la ironía autoinfligida, de la cual “escondía mucha socarronería hacia su persona, y creo que es una enorme virtud: no tomarse tan en serio”; respecto a la segunda, la generosidad, dijo que la practicaba muy auténticamente, y la cual se manifestó en el éxito que tuvo como profesor, pues “para ser un buen profesor hay que ser una buena persona”; y, por último, la forma en que entendía el ejercicio de escribir, que, de acuerdo con sus palabras, era “entender la literatura como una de las manifestaciones del arte, el arte elevado, pero también como un oficio, que creo que es muy honroso”.
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