La historiadora Ana Torres dará la conferencia Dualidades cósmicas. Espacios íntimos y multidimensionales; jueves 22 de agosto, a las 17:00 h.
Como parte de las actividades conmemorativas por el 125 aniversario del natalicio de Rufino Tamayo, el Museo Tamayo de Arte Contemporáneo, del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), se ofrecerá la conferencia Dualidades cósmicas. Espacios íntimos y multidimensionales, a cargo de la historiadora Ana Torres Arroyo, este 22 de agosto, a las 17:00 h.
Más allá de sus colores, de la forma e, incluso, del discurso, en la pintura de Rufino Tamayo hay una síntesis entre el pasado y el presente que, por un lado, viene de ese conocimiento y trabajo sobre la cosmogonía mesoamericana; por otro, es parte de sus búsquedas dentro de lenguajes más modernos, consideró en entrevista Ana Torres, doctora en historia del arte, quien resaltó que Tamayo entendió lo mexicano y al indígena en un plano más universal, lo cual abordará en la charla.
“Me ha interesado entender este mexicanismo universal de Tamayo. Lo que veo es que, tanto en sus pinturas como en sus ideas, inició con una noción espacial de alguna manera cerrada, angosta, por ejemplo, empieza pintando al indígena en estos espacios cerrados, un tanto oscuros, con colores apagados, ocres, cafés, incluso negros.
“Lo mismo sucede con sus fondos, donde el color es importante, porque son como signos que marca con respecto a la injusticia, el abandono, la marginalidad que han vivido las comunidades indígenas, sobre todo en la época que le tocó pintar”, dijo al detallar que es a través de la categoría de espacio, “muy trabajada por el artista y poco estudiada”, que podemos entender esa dimensión de su obra donde se juega lo mexicano y lo universal”.
Detalló que, posteriormente, expande este espacio a dimensiones más vinculadas con el movimiento cíclico, como sucede en las décadas de 1940 y 1950, cuando ya no pinta al indígena tal cual, sino que utiliza figuras ligadas a la escultura mesoamericana, época en que también introdujo nociones relacionadas con la cosmogonía de las culturas precolombinas.
“Este momento es importante, porque hay un internacionalismo que quería proyectar hacia el exterior y tiene que ver, al mismo tiempo, con su noción de nacionalismo, subjetivo, emotivo y sentimental, pero proyectado hacia el exterior. De ahí lo universal a partir de lo mexicano”.
Explicó que Tamayo buscó expresar un nacionalismo distinto, cuyos referentes identitarios se encuentran en las culturas mesoamericanas, “que siempre están presentes en su obra”, pero también en el arte popular, “sin caer en folclorismos, porque le interesaba vincular elementos modernos con referentes antiguos, y de esta síntesis nace una pintura diferente”.
La especialista subrayó que su nacionalismo está más vinculado con la diversidad, porque él no veía al indígena desde las políticas integracionistas impulsadas por el gobierno, sino que ve a las comunidades desde su autonomía. Hay elementos en su pintura donde el indígena está apartado o en espacios distintos, no está integrado. “Esto se puede leer como darles ese lugar a los indígenas, respetando sus lenguas, tradiciones y culturas, pero sin romantizarlos, por eso le interesa la universalidad de la cultura”.
Detalló que si bien esto está ligado a su origen, subrayó que hay un mito que recomponer: “El nació en Oaxaca, fue de origen humilde, sus padres eran zapotecos, pero nunca lo habló y más bien se concibió como mestizo, sin embargo, en esta defensa llegó a declarar que se sentía indio y que pintaba como los indios, incluso, las primeras exposiciones que tiene en Nueva York las promovían como ‘el indio Tamayo…’, pero es un mito que se construyó, no sólo a nivel de la crítica, sino también de mercado”.
Sobre el constante debate de su pertenecía al movimiento muralista o a la Escuela Mexicana de Pintura, aclaró que fue un artista que abrió, sobre todo, nuevos caminos dentro del arte: “El mismo llegó a negar que perteneció al muralismo. Creo que sí perteneció a ese movimiento artístico posrevolucionario, porque fue su contexto, sin embargo, dentro de una corriente artística distinta, no solo a la de sus contemporáneos mexicanos, sino inserta dentro de este movimiento internacional, ‘primitivismo’, que se interesó no solo en recuperar las formas del arte antiguo, en este caso mesoamericano, sino su cosmogonía”.
En ese sentido, resaltó que la obra de Tamayo es riquísima: se interesa por las dualidades luz-oscuridad, espacio-tiempo, por los colores apagados-luminosos, lo cual tiene que ver con este movimiento cíclico que trabaja en algunas de sus pinturas, relacionado con ciclos de renovación que existen en el pensamiento mesoamericano y en otras culturas.
“A partir de los años cuarenta y cincuenta vemos ese cambio de temática ligado también al cosmos, al universo, pero siempre coloca a la figura humana en el centro. Tiene pocas obras abstractas, porque decía que su pintura estaba dirigida a lo humano y existencial. Esta cuestión de los eclipses, los cometas, las constelaciones, tiene que ver con expandir ese mexicanismo a lugares más universales y no enterrarlo en un nacionalismo hegemónico y homogéneo”.
Advirtió que ese camino iniciado por Tamayo implicó nuevas rutas para el arte, no solo de una manera formal, sino al abrir ese camino para los artistas más jóvenes, como Francisco Toledo, Pedro Coronel, Ricardo Martínez, a quienes después se le llamará la “generación de la Ruptura”.
Finalmente, la catedrática invitó al público a conocer a Tamayo: “Quizá para las jóvenes generaciones no es un artista tan conocido, pero fue el creador de una obra que no solo forma parte del arte mexicano, sino universal. Este aniversario es importante para hacer visible su propuesta”.
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