El especialista Javier Ramírez Campuzano compartió la ideología de su padre, Pedro Ramírez Vázquez, un ícono de la arquitectura del siglo XX, por medio de una conferencia magistral que tuvo lugar en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, ante un público conformado en su mayoría por jóvenes.
Dolores Martínez Orralde, directora de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble del Instituto Nacional de Bellas Artes y moderadora del evento, dio la bienvenida a la conferencia titulada Ramírez Vázquez, visionario del México moderno.
El arquitecto Ramírez Campuzano, quien trabajó al lado de su padre desde 1986 y ahora dirige la firma Ramírez Vázquez y asociados, indicó al inicio de su ponencia: "No solo voy a hablar de proyectos en específico, quiero que se vea lo que hay detrás, el análisis, la ideología. La ideología es lo que se tiene como principio".
Explicó que la ideología de Pedro Ramírez Vázquez poseía una marcada orientación social, pues tres de sus hermanos mayores fueron abogados laboralistas, por lo que terminaron influyendo en él cuando comenzó a desarrollarse en el ámbito de la arquitectura. "Siempre veía qué proyecto hacía falta, a quién había qué plantearlo y en qué momento, por lo que todas sus obras se derivan de una necesidad que se vislumbra a futuro".
Posteriormente habló del proyecto de construcción de escuelas, sobre todo en áreas rurales, donde su padre creó un modelo con materiales que no pesaban más de 50 kilos, de tal manera que pudieran llevarse sobre los hombros de dos personas, en cayuco o burro.
Las instrucciones se incluían con el material, por lo que fácilmente podía armarse en cualquier lugar. Las personas iban levantando los hogares o construcciones que formarían parte de su comunidad, creando un sentido de pertenencia.
Esta solución de construcción también fue llevada a Italia, a la India -cuando Octavio Paz fue embajador de ese país -, y a Indonesia. Fue un proyecto visionario, afirmó Ramírez Campuzano, pues entre 1958 y 1964 se construyeron más escuelas que las que se habían hecho en los 10 años anteriores.
El Museo del Caracol, el de Arte Moderno y el del Virreinato (la obra exterior), construidos por Pedro Ramírez Vázquez, fueron edificaciones visionarias que se adelantaron mucho a su tiempo, resultado de un proyecto que buscaba darle dignidad a nuestra cultura, aseveró Ramírez Campuzano. Otro ejemplo de ello es el edificio del Congreso de la Unión, el cual está inspirado en el cuadrángulo de Las Monjas.
Durante la conferencia magistral se habló del diseño, momento en el que Ramírez Campuzano hizo referencia al equipal o trono de reyes, donde se sentaban Moctezuma o Cuauhtémoc, destacando la importancia de nuestras raíces. "Volteemos a ver lo nuestro, aquí están nuestras soluciones, nuestra creatividad, no tenemos que pedirle nada a nadie en ningún otro lugar".
Ramírez Campuzano dijo que su padre siempre estuvo interesado en destacar nuestra cultura, incluso cuando le pidieron elegir la cristalería para la Cancillería, él se basó en el vaso de pulquero prehispánico. Le hizo unos cortes a lo largo, simulando un maguey, y con ese diseño se elaboraron copas para agua, vino y caballitos. Por ello, agregó que los mexicanos "necesitamos autoestima, valorar nuestras raíces, la magia que tenemos y nuestras expresiones únicas".
También se abordó el tema de los Juegos Olímpicos de 1968, donde Pedro Ramírez Vázquez dirigió el Comité Organizador. El ponente mencionó que México tuvo dos retos: uno fue darle al país una imagen moderna y contemporánea y, el segundo, que se tuvo que realizar en 27 meses lo que los demás países hacían en 7 años.
Mencionó a varios de los arquitectos y diseñadores que trabajaron en la realización de logotipos y simbología para los juegos olímpicos, destacó los "ojos de dios", arte huichol, volviendo al ejemplo de que con lo más simple y lo que tenemos se puede innovar haciéndolo contemporáneo.
Pedro Ramírez Vázquez fue fundador y rector de la Universidad Autónoma Metropolitana, enfocándose en nuevas carreras, acorde a las necesidades del país. La nueva Basílica de Guadalupe fue otro de sus grandes trabajos, en dicho proyecto enfrentó problemáticas del subsuelo. Su solución fue crear un cuello central del que se desprende la plancha de concreto que sostiene la cubierta, la ventilación es por tiro.
Por último, se habló de propuestas que Pedro Ramírez Vázquez puso sobre la mesa, pero que no se llevaron a cabo, como el plato de agua que diseñó para el Museo de Louvre, una torre de oficinas para el principado de Mónaco y una para los Emiratos Árabes.
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