En todos los países donde se presenta sus funciones siempre están agotadas, porque es una de las compañías de danza contemporánea más importantes de Japón por su particular estilo: irreverente y divertido, además de estar integrada únicamente por hombres que se salen de los estereotipos de un bailarín profesional. Así es Condors, agrupación que regresará a México luego de haber tenido un rotundo éxito el año pasado.
Granslam. Muerte súbita es el nombre del espectáculo que presentarán en la capital mexicana el sábado 8 y domingo 9 de diciembre, a las 19:00 y 18:00 horas, respectivamente, en el Teatro de la Danza Guillermina Bravo del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
El grupo Condors, creado y dirigido por Ryohei Kondo, se ha convertido en una referencia de la danza contemporánea de Japón. Fue hace dos décadas cuando el Lejano Oriente fue testigo del nacimiento de esta peculiar agrupación dancística integrada solamente por intérpretes masculinos. En ese entonces fueron invitados a participar en un concurso universitario y los pocos hombres que se atrevieron a llegar descubrieron una afinidad en común: no eran "guapos como los bailarines", pero sí tenían las ganas de bailar, integrando así un proyecto que jamás imaginaron las repercusiones mundiales que lograron.
Ha sido una de esas compañías que han tenido muy clara su filosofía de hacer danza. Y es que el maestro Ryohei Kondo siempre le ha apostado a una danza más humana, de ahí que los integrantes de esta agrupación no tengan los estereotipos de los bailarines y cada uno tenga una formación ecléctica, no necesariamente dancística; lo mismo hay un filósofo, un maestro de arte marciales y un bartender, que un artista visual y un burócrata.
Sobre el montaje Granslam, se trata de una sucesión de escenas aparentemente sin relación, pero con un hilo conductor secreto: Desatarse. El montaje cuenta con una serie vertiginosa de escenas bajo el estilo narrativo ómnibus (algunas de estas con referencias a la cultura pop, proyecciones de anime, diálogos teatrales, marionetas y, por supuesto, danza).
Cada escena parece no tener relación con la otra, pero al final, como el truco de un mago, se puede sentir ese efecto de unión que libera y desata un sentimiento de nostalgia que recuerda las cosas que son más importantes que lo demás. Hay virtuosismo, pero por encima de todo hay alma.
Al preguntarle al director de la compañía qué lectura desearía que hicieran los espectadores, el creador japonés respondió:
"Quiero recuperar o extraer, de la impostura de seriedad que la vida social nos impone, la ligereza de nuestra vida real, la eterna inmadurez, de nuestra agua, de nuestra impertinencia tan necesaria para que cambie el mundo. Hablo de una alegría seria, de recuperar la seriedad del niño cuando juega".
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