Durante la fiesta de cumpleaños de Herodes, su hija Salomé conoce al profeta Jokanaán y queda obsesivamente enamorada de él, pero este la rechaza. Un poco más avanzado el festejo, Herodes le pide a Salomé que baile para él y ella acepta, a cambio de que éste le cumpla cualquier deseo que ella solicite. Es así, que Herodes accede, sin esperar que Salomé le pedirá la cabeza de Jokanaán en una bandeja de plata.
Salomé, la tragedia de Oscar Wilde originalmente escrita en francés en 1891 y que es una adaptación de la historia bíblica de Salomé y Juan Bautista, es una interpretación diferente sobre la historia original, pues Salomé en lugar de pedir la cabeza de Jokanaán debido a que éste descalifica y ataca a su madre, lo hace por la enfermiza obsesión amorosa que tiene hacia él.
Esta obra se presentó durante una breve temporada en el Teatro Helénico de la Ciudad de México, con la dirección y adaptación de Mauricio García Lozano y con una puesta de gran belleza y calidad, a cargo de Ink Teatro y Caballera.
La escenografía de Jorge Ballina fue uno de los aspectos que más llamara la atención, pues representaba un baño con pequeños mosaicos de diversos colores, logrando una ejecución deslumbrante por su arte y sus detalles, a la vez que enmarcaba en un adecuado ambiente de tensión y límites a la totalidad de la obra.
La iluminación de Ingrid Sac jugaba con colores claros que reforzaban el simbolismo de la luna y que en conjunto con la escenografía, lograba un ambiente muy limpio. Por otro lado, el diseño de vestuario de Mario Marín del Río, junto con el diseño sonoro, dotó a la puesta de un carácter más actual y festivo, acorde al contexto propuesto.
En cuanto a las actuaciones, sobresalieron las buenas interpretaciones de Irene Azuela, quien logró dar vida a una Salomé seductora y desequilibrada, que luciera un cuerpo con buena preparación para el baile y una expresión corporal de mucha energía; y José Sefami, quien ejecutó a un Herodes escandaloso, vulgar y con una gran presencia.
La dirección de Mauricio García Lozano refleja un trabajo serio, apasionado y denota atención al detalle. García Lozano, manejó satisfactoriamente a once actores sobre un espacio escenográfico de dimensiones limitadas y logró que la obra no se quedara en un marco superficial y que expusiera temas de gran profundidad como son el amor filial y el erótico, así como, las obsesiones y la relación entre la sexualidad y la muerte.
También fue muy sorprendente las solución que le dieron a la decapitación de Jokanaán, pues fue muy realista y cabe mencionar la gran calidad del prostético que realizó Gerardo Ballester Franzoni.
En conclusión, esta puesta en escena de Salomé de Oscar Wilde, fue una gran producción que acercó un clásico a un público más amplio. Sin lugar a dudas, la obsesión de Salomé es contagiosa y valdría la pena que esta producción fuera repuesta en un futuro no muy lejano.
Photo: Salomé's official programme handout
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