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Creación de poemas sinfónicos, coros y modelos de investigación, aportación de exiliados españoles a la música en México

By: Oct. 25, 2019
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Creación de poemas sinfónicos, coros y modelos de investigación, aportación de exiliados españoles a la música en México  Image

Durante el coloquio 80 años del exilio español: influencias y aportaciones a la vida musical de México, realizado en el Conservatorio Nacional de Música del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), se destacó el trabajo de las compositoras Emiliana de Zubeldía y María Teresa Prieto, quienes crearon en México sus obras más importantes, así como el trabajo historiográfico del musicólogo Otto Mayer-Serra y la aportación de los artistas flamencos.

Organizado por el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de la Música Carlos Chávez (Cenidim), el coloquio abrió con la participación de la investigadora Gabriela Rivera, maestra en ciencias de la computación y conferencista, quien expuso que a partir de su interés por la música de estas dos mujeres, grabó en 2011 parte de su obra, la cual tiene muchas coincidencias y diferencias.

El primer tercio del siglo XX fue muy importante en España por la cantidad de creadores en todos los ámbitos. Entre ellos figuran María Teresa Prieto, que arribó a México en 1936 y Emiliana de Zubeldía, quien llegó un año después. "Aunque no fueron exiliadas, coincidieron en el país con el grupo de desterrados que llegaban en busca de mejores condiciones de vida", dijo la especialista.

Añadió que la vida de Zubeldía está impregnada de viajes y anécdotas. Nació en la provincia de Navarra en 1888. Estudió en el Conservatorio de Música y Declamación de Madrid y, al trasladarse a París, ingresó a la Schola Cantorum. Al morir su madre, partió a América donde vivió primero en Brasil y luego en Uruguay, país en el que nació su afición por la poesía latinoamericana y conoció al escritor Alfonso Reyes, de quien musicalizó para voz y piano su poema La amenaza de la flor.

Luego de una gira por Nueva York, llegó a La Habana, donde presentó canciones que había compuesto con poesía de José Martí, Alfonso Reyes, Carmen Alicia Cadilla, entre otros, y dirigió a la Filarmónica de La Habana en la interpretación de sus poemas sinfónicos.

De regreso en Nueva York, realizó transmisiones en vivo de música de cámara y folclor vasco desde el Radio City Music Hall. "Era una persona brillante, que componía de acuerdo con sus principios. Cuando se estableció en México, formó -se dice- a 400 pianistas y su labor musical fue intensa, sobre todo en Hermosillo, Sonora, donde trabajó en la formación de coros de estudiantes universitarios. Autora de varias sinfonías, como Elegíaca, que dedicó a la memoria de su hermana fallecida, se presentó en diversos escenarios, entre ellos la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, dirigiendo al Coro de la Universidad de Sonora, en agosto de 1968".

En cuanto a María Teresa Prieto, nacida en Oviedo en 1896, comentó que su amor por Bach la hizo estudiar piano. Era muy reservada y no se atrevía a presentar su obra al público. Al llegar a México en 1936, se dedicó por entero a la música y fue discípula por un corto tiempo de Manuel M. Ponce, contó la investigadora.

El compositor y director de orquesta, Carlos Chávez, la impulsó a componer piezas orquestales. Algunas fueron estrenadas en el Palacio de Bellas Artes con la Sinfónica Nacional y Filarmónica de la UNAM. Destaca entre sus creaciones el poema sinfónico Chichén Itzá.

Tuvo contacto con las principales figuras de entorno cultural y musical mexicano, como el director de orquesta Luis Herrera de la Fuente y Rodolfo Halffter, quien fue su maestro y la alentó a utilizar la técnica dodecafónica en sus creaciones.

A Eduardo Flores, de la UNAM, le tocó discernir sobre Otto Mayer-Serra (1907-1968), quien vino a México en 1940, invitado por Lázaro Cárdenas. Fue un estudioso de Silvestre Revueltas, Carlos Chávez y otros autores latinoamericanos.

El también violinista y compositor señaló que Mayer-Serra fue un pionero en la historiografía y la musicología de corte marxista, ya que no sólo analizaba las obras, sino también la sociedad burguesa en la que se gestaron. Él ponía énfasis en la música como producto de consumo, dijo.

"Antes de él no había un modelo ideológico en la investigación musical mexicana, por lo que son muchas sus aportaciones a la musicología mexicana, a la cual dedicó toda su vida".

Añadió que en 1941, a petición de El Colegio de México -una de las instituciones fundada por los exiliados-, se le comisionó un trabajo de investigación histórica sobre la música de nuestro país. El resultado fue el Panorama de la música mexicana, uno de los principales estudios escritos sobre el tema en la primera mitad del siglo XX.

Por su parte, Gabriel Macías, de la UAM, abordó el tema Exiliados y flamencos: Carmen Amaya, Florencio Castelló y "Niño de Caravaca". El etnólogo dijo que a estos artistas flamencos muchas veces no se les ubica en el contexto de los exiliados españoles, a pesar de que el flamenco es considerado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2010 por la UNESCO.

Recordó que Carmen Anaya hizo una importante carrera en toda América, incluso fue admirada por Orson Wells y Charles Chaplin, mientras que Florencio Castelló no bailó mucho en México pero se dedicó al doblaje en español, en tanto que para Caravaca, México fue su país de residencia definitiva.

La investigadora Yael Bitrán habló en torno a Baltasar Samper, quien es poco conocido a pesar de que en su tiempo propuso nuevos métodos de investigación musical, de los cuales hay muchos ejemplos en el propio Cenidim. El especialista afirmaba que un investigador no debe solamente recopilar material sino hacer investigación de campo.

Añadió que Samper (1888-1966) fue incomprendido en México, a pesar de que en España era conocido como compositor, crítico y pianista, incluso fue discípulo de Enrique Granados. Trabajó en el INBAL, a invitación de Luis Sandi.

Al finalizar las conferencias, se proyectó el documental Baltasar Samper. El ritme amnèsic y se ofreció un concierto con canciones de Emiliana de Zubeldía y María Teresa Prieto y con obras para guitarra flamenca.



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