Cuando Verdi estrenó La Traviata tuvo dos gestos: quiso vestir a su elenco con la misma ropa que el público y poner un espejo que reflejara a los espectadores. El objetivo era sencillo pero revolucionario para entonces: romper con la tradición historicista de la ópera y tornarla un reflejo de la sociedad, además de evidenciar el machismo y la hipocresía reinantes. El resultado fue un fracaso ostensible que, él mismo diría, sólo el tiempo podría poner en su justa medida. La historia de Violeta, la cortesana que muere en el desamor, es la más realizada en la Historia y llega en la célebre producción de Franco Zefirelli del Teatro de la Ópera de Roma, con reposición de su colaborador el maestro italiano Stefano Trespidi.